sábado, 23 de julio de 2011

Conductas EMOCIONALES ¿de qué se trata? (Carme Timoneda)

Hace unos días en un formación descubrí el excelente trabajo de Carme Timoneda, a nivel de neurociencia y donde queda claramente reflejada la importancia de la educación de las emociones.
En uno de sus artículos indica que "el lenguaje gestual es el vehículo de expresión del estado emocional y el sentir desencadena respuestas incontroladas por la voluntad consciente. Por ejemplo, si digo: “Estoy bien”, pero con una “cara de sufrimiento” de la que no me percato, por cierto, es evidente que mi estado anímico está siendo expresado fielmente por el lenguaje corporal."

CONDUCTAS EMOCIONALES: ¿DE QUÉ SE TRATA? 
C Timoneda Gallart, F Pérez-Álvarez 
Unitat NeuroPsicoPedagogia. Hospital Trueta de Girona PsicoPedagogia. UdG

RESUMEN 
Introducción. Con la aportación de una casuística personal, presentamos el Modelo de Diagnóstico – Intervención, en su procedimiento emocional, que practicamos en la Unitat de NeuroPsicoPedagogía del  Hospital Dr J Trueta, fruto de la colaboración entre la Universitat de Girona y el Servei Català de la Salut. Material y método. La casuística consta de 83 casos, atendidos por demandas muy diversas:  psicosomatismos, problemas de aprendizaje y lenguaje, hiperactividad con y sin defecto atencional  y  otras. El método de investigación  ha sido el   método cualitativo  tipo  análisis de casos.  El procedimiento, el propio del Modelo Humanista – Estratégico. Discusión y conclusiones.   Desde un punto de vista  neuropsicológico, es  conducta cualquier  acto  puesto en acción por un ser humano, independientemente de 
cual sea éste. La manifestación de una  conducta  no es algo exclusivo de las personas,  cognitivamente, normales sino, también, es algo propio de quienes son “catalogados” de  discapacitación para el aprendizaje, “enfermos emocionales”, retardados mentales, “disminuidos” físicos y sensoriales.
Cualquier  conducta tiene el soporte de unos  circuitos neurológicos  que sirven de base a las dos funciones mentales que sustentan las conductas, a saber, la función cognitiva y la función emocional, pero con la particularidad de que lo emocional tiene prioridad sobre lo cognitivo. En lo  cognitivo, utilizamos la Teoría PASS  de la  inteligencia  y, en lo  emocional, la  Teoría  de los Comportamientos Enmascaradores  de  defensa y protección  frente a la sensación  de  peligro.  Ambas teorías están fundamentadas en explicaciones 
neurológicas. En base a estos conceptos, el procedimiento utiliza técnicas de comunicación indirecta dedicando especial atención a la comunicación gestual o corporal que es el vehículo comunicador de las emociones.  

INTRODUCCIÓN 
Desde un punto de vista  neuropsicológico, debe considerarse una  conducta cualquier  acto  puesto en acción por un ser humano, independientemente de cual sea éste. Por consiguiente, son  conductas aspectos muy diversos como aprender, hablar, escribir, pasear, correr, estar atento/a, ser tolerante, estar motivado/a, etc. Por otra parte,  comportarse en forma de una  conducta no es algo exclusivo de las personas, cognitivamente, normales sino, también, es una característica de quienes son “catalogados” de  discapacitación para el aprendizaje, “enfermos emocionales”, retardados mentales, “disminuidos” físicos y sensoriales. Cualquier  conducta, así entendida, ocurre porque funcionan unos  circuitos neurológicos. A efectos prácticos, atendiendo al Modelo que practicamos, cualquier  conducta  obedece a  dos funciones neurológicas, la  cognitiva y la  emocional, pudiéndose  intervenir  sobre ambas con eficacia; pero, con la particularidad, de que la  intervención  ha de ser simultánea  y teniendo presente el  principio  según el cual lo prioritario es lo emocional. En lo cognitivo, utilizamos la Teoría PASS de la inteligencia (Das y cols.1979, 1994, 1996, 1997, 1998) y en lo  emocional, la  Teoría  de los Comportamientos Enmascaradores  de  defensa y protección  frente a la sensación  de  peligro  (Timoneda y Pérez-Álvarez, 1997; Pérez-Álvarez y 
Timoneda, 1998a, 1999h).  
Esta comunicación tiene por objeto divulgar la Teoría de los Comportamientos Enmascaradores  según los conceptos conocidos del  procesamiento neurológico  de la  sensación de peligro  que utiliza nuestro grupo de trabajo ubicado en la  Unitat de NeuroPsicoPedagogia  del  Hospital Univesitari Dr J Trueta de Girona, gracias a la colaboración entre la Universitat de Girona y el Servei Català de Salut, desde el año 1993, a propósito de los resultados obtenidos con una muestra amplia que incluye  conductas  muy diversas en personas con muy diverso grado de nivel cognitivo. Esta aportación forma parte de nuestra experiencia personal ( Timoneda y Pérez-Álvarez, 1994a, b, 1995a, b, c, d, e, 1996, 1997; Pérez-Álvarez y Timoneda, 1995, 1996a, b, 1997, 1998b, 1999a, b, c, d, e, f, g).   

MATERIAL Y MÉTODO 
La muestra está constituida por personas, de edades entre 4 y 18 años, de ambos sexos, 83 casos en total, cuyas demandas fueron, por orden de frecuencia: cefaleas, problemas de lenguaje y aprendizaje, hiperactividad con y sin defecto atencional, pseudo-epilepsia, parálisis, ambliopía, y otras. La hipótesis de trabajo consistía en el enunciado, según el cual, todas las conductas pueden explicarse por razones  neuropsicológicas  en términos de circuitos neurológicos anatomo – funcionales que explican, a su vez, la función cognitiva – Teoría PASS –  y la función emocional, tal como la entendemos  – Teoría de los Comportamientos Enmascaradores de defensa -. Por lo tanto se trataba de comprobar si un procedimiento basado en  este principio se mostraría eficaz en el  diagnóstico – intervención  de las  conductas, independientemente de la edad y tipo de conducta.  
Se utilizó investigación cualitativa  en forma de  análisis de casos. Se aplicó el procedimiento de diagnóstico – intervención practicado en nuestra Unidad, ya, publicado previamente (Timoneda y Pérez-Álvarez 1997; Pérez-Álvarez 1998a), a razón de una sesión por semana. No se empleó recurso alguno medicamentoso. La  conducta enmascaradora  es definida como un  patrón conductual  puesto en acción, con la finalidad de obtener  analgesia psíquica, cuyo diagnóstico de sospecha se basa en la  incongruencia  entre  lenguaje verbal y gestual o entre la conducta y las razones argumentadas.   El registro de datos consistió, en lo  cognitivo, en los resultados del DN: CAS – batería para la valoración de los  procesamientos PASS  – y en la información 
concerniente al rendimiento escolar, facilitada mediante entrevista con el/la maestro/a. En lo  emocional,  se registraba la información de las  conductas verbales y gestuales puestas en acción en las entrevistas. Se consideró éxito, en lo  emocional, la mejora o desaparición de las  conductas enmascaradoras, en particular, la que representaba el motivo de la  demanda. Para evitar, al máximo posible, sesgos en la investigación, se recurrió al registro en  vídeo.
Cada entrevista es transcrita por el mismo profesional que la lleva a cabo. Cada caso es sometido a un análisis de contraste por un grupo de expertos, siempre los mismos, en una sesión clínica. Se efectuó un protocolo al objeto de excluir cualquier patología orgánica no “comorbilidad”. 

RESULTADOS 
Todos los casos respondieron al procedimiento, en lo emocional, según el criterio de éxito definido, siendo de destacar el tiempo medio requerido para la consecución de un  “cambio significativo”, en comparación con otros procedimientos. El tiempo medio requerido fue de 16 semanas +/- 2 semanas. 
Es de destacar que la respuesta, en lo emocional, tenga lugar, incluso en casos con “limitación”  cognitiva o intelectual, por ejemplo,  síndrome de Williams. Se entiende que el resultado  cognitivo –  mejora en el rendimiento intelectual – luego de una  intervención cognitiva  – ejercicios prácticos para entrenamiento cognitivo PASS – esté condicionado por la “capacidad” cognitiva, en términos de potencial o dotación cognitiva. Ahora bien, el resultado emocional, luego de una  intervención emocional  no depende, como magnitud directamente proporcional, de la capacidad intelectiva aunque sí depende en tanto la intervención se basa en la comunicación de mensajes y la  comprensión intelectual de los mismos. Ello es atribuible a que la comunicación emocional – sentimientos  – es posible y más efectiva en forma de  lenguaje corporal  y el procedimiento utiliza el  lenguaje corporal.  Lo  emocional  es  sentir  y no es comprender. 
El procedimiento puede considerarse  fiable  en el sentido de ser  consistente porque da resultado cada vez que se aplica por un profesional adecuadamente formado, en grado de frecuencia que se puede considerar significativo. El número de casos analizados confiere suficiente validez ya que el resultado por azar  debe ser estadísticamente excluido, teniendo presente el porcentaje de éxito. Por otra parte, el  efecto placebo  como responsable del éxito ha de excluirse a menos que el lenguaje verbal  y  corporal,  por sí mismos, sean un placebo. Se puede considerar, asimismo, “estandarizado “, reuniendo características de  “consistencia interna”  lo que ha de explicarse porque está basado en el  mecanismo neuropsicológico  que explica las  conductas  de los seres humanos, lo que es diferente de los procedimientos basados en técnicas de modificación de conducta. Estas características hacen posible la realización de estudios comparativos lo que es un requisito científico deseable.   

DISCUSIÓN 
Cada  conducta implica una  actividad neuronal  que, a efectos prácticos en nuestro procedimiento, desglosamos en  cognitiva  y  emocional.  Podemos diagnosticar y tratar  ambas actividades, actuando sobre las mismas. Cualquier conducta  problemática es abordable con esta perspectiva. En  lo  cognitivo, utilizamos la  Teoría PASS de la inteligencia  que entiende la cognición como procesamiento neurológico central, a saber, planificación, atención, simultáneo y secuencial ( Das y cols. 1979, 1994, 1996, 1997, 1998). La información puede entrar  secuencialmente y ser  procesada  en forma  simultánea  y viceversa. Lo mismo vale para la salida de información, verbal o no-verbal. El secuencial es más primitivo que el simultáneo y éste lo es más que la planificación. De hecho, esta filogenia se repite en la ontogenia de los seres humanos, de forma que la planificación  es el procesamiento de desarrollo más tardío. La  terminología empleada para referirse, en la literatura científica sobre el tema, a procesamiento de la información  adolece de una carencia de una  idea o concepto común  lo que hace que no siempre se esté expresando lo mismo. 
Términos como  discriminación auditiva, procesamiento auditivo, lenguaje receptivo, lenguaje expresivo, memoria secuencial auditiva, memoria secuencial visual, percepción visual, organización  espacial, memoria a corto plazo y memoria a largo plazo, entre otros, pueden explicarse en términos de planificación, atención, secuencial y simultáneo PASS. La memorización es una actividad cognitiva que implica la actividad de los procesamientos PASS pero el procesamiento cognitivo no es memorización. 
Si  diagnosticamos una deficiencia  cognitiva,  intervenimos cognitivamente mediante un programa, basado en el PASS, para mejorar un procesamiento deficiente o/y “enseñar” a utilizar los mejores procesamientos en las diferentes tareas de aprendizaje. Los programas PASS funcionan inductivamente, desde la  experiencia  a la  generalización, facilitando la transferencia  e internalización de los  principios.  El  diagnóstico – intervención PASS  tiene presente el procesamiento emocional. Cuando  diagnosticamos  e  intervenimos,  en lo emocional, también nos servimos de los  conceptos PASS  porque se trata de comunicarse ideas o conceptos  que exigen la puesta en acción de la comprensión cognitiva.  Las  creencias  fundamento de los  comportamientos implican un acto cognitivo.
El diagnóstico – intervención emocional se basa en la comunicación de ideas o conceptos – cognición – pero, básicamente, del sentir emocional. Tenemos los humanos dos maneras de comunicar: lo verbal y lo gestual. El lenguaje oral es propio del, nace en el tiempo con, el  neocórtex cerebral  depositario de las funciones cognitivas  más elevadas. Por tanto, el  verbo  es el vehículo de las ideas y conceptos.  El  lenguaje gestual  que acompaña, también, al lenguaje oral, tono de voz, intensidad, velocidad, modulación, pausas, gesticulación, es propio de estructuras neurológicas no-neocorticales que son depositarias de las funciones no-cognitivas, entre ellas, la función “sensorial” del sentir emocional. 
Este lenguaje nace en el tiempo de los seres vivos con el inicio de la vida. El lenguaje gestual  es el vehículo de expresión del estado  emocional  y el  sentir desencadena respuestas  incontroladas  por la  voluntad consciente.  Por ejemplo, si digo: “Estoy bien”, pero con una “cara de sufrimiento” de la que no me percato, por cierto, es evidente que mi  estado anímico  está siendo expresado fielmente por el lenguaje corporal. 
El procedimiento que utilizamos entiende que las  conductas voluntarias - no actos automáticos o reflejos o involuntarios - todas sin distinción, son consecuencia de las  creencias o convicciones. Ahora bien, existen  conductas sólo aparentemente  voluntarias, entendido el  acto de voluntad  como el resultado de una  decisión libre no condicionada.  Son las  conductas enmascaradoras  puestas en acción de manera inconsciente en su motivación original. La teoría dice que si se experimenta  dolor psíquico, entonces, se procesa neurológicamente  de forma  inconsciente  como  dolor físico,  esto es, como peligro. La sensación de peligro es lo mismo que inseguridad. Un cúmulo de experiencias  dolorosas  determina una  identidad personal insegura.  La identidad personal insegura es la condición necesaria y suficiente para que una experiencia  dolorosa  nueva, añadida, desencadene la puesta en acción de conductas enmascaradoras de defensa.    Ante el peligro, el sistema nervioso central pone en acción respuestas automáticas, reflejas, no controladas por la 
conciencia  porque resultan ser más eficaces por precisión y esto es lo que interesa en caso de peligro. La conducta ante el peligro es una conducta analgésica, “sentirse mejor, con más seguridad” y por ello la  conducta enmascaradora  persigue  llamar la atención  sobre sí porque el “estar por mí significa seguridad”. Esta analgesia nunca es completa  por lo que dependiendo del grado de eficacia de la misma – grado de compensación -, la conducta enmascaradora muestra incongruencia verbal – gestual. Por ejemplo, “estoy bien” – manifestación verbal – pero con “cara de sufrimiento” – manifestación gestual. Puesta en acción la  respuesta  en forma de  conducta verbal o/y  gestual, entonces, es detectada por la conciencia y para que tenga sentido, sea comprensible, y no sea detenida por la perplejidad se requiere que sea explicable lógicamente. Entonces ocurre un fenómeno consistente en que la razón consciente aplica razones lógicas basadas en creencias aprendidas. O dicho de otra manera, la  conducta puesta en acción  es una conducta que es explicable por la persona protagonista de la misma  sobre la base de las creencias aprendidas. Este mecanismo no es perfecto, como pasa con la analgesia, y ocurre que las  razones argumentadas  para explicar la conducta acaban resultando  incongruentes.  El  procesamiento neurológico  que hace posible la conducta enmascaradora ocurre de forma inconsciente por lo que el móvil inconsciente es el dolor emocional en tanto que los móviles conscientes son las razones argumentadas por el consciente que solamente es espectador de la conducta. La conducta en cuestión aparece como un  disfraz enmascarador  que engaña involuntariamente a uno mismo y los demás. De esta concepción  se infiere que nuestra  comunicación  ha de evitar transmitir dolor emocional  porque de ser así provocaremos  conductas enmascaradoras de defensa  que impedirán un pensamiento razonador no-deformado con lo que el  diálogo  de  opiniones e ideas  resultará infructuoso. Por ello utilizamos técnicas de comunicación indirecta.   El pensamiento razonador no-deformado es aquel que permite la aplicación del juicio racional basado en la deliberación, acorde con el código de valores, para llegar a conclusiones que acaban en una toma de decisión madura. La toma de decisión y la solución por tanto queda en manos del/de la protagonista de la conducta problemática lo que convierte al terapeuta en un mediador que no da “instrucciones directas” desempeñando el papel de “ayudar pero no salvar”. Como la deliberación se basa en valores y los valores son  creencias o convicciones, vale decir que el  diagnóstico – intervención se basa en el contraste dialogado de esos valores o convicciones o creencias. Por consiguiente se trata de aplicar las creencias sin deformación o cambiar las creencias. 
Al igual que existe un  procesamiento cognitivo  con unos fundamentos neuropsicológicos – los propios de la Teoría PASS en nuestro caso – también existe un procesamiento neurológico central de la emoción o sentimiento como sensación de  sentir.  Del procesamiento neurológico del  sentir emocional, conocemos hoy día, desde fechas recientes, el procesamiento de la sensación de  peligro  con sus  conductas de miedo.  Y lo que sabemos es que las conductas de defensa – conductas de miedo –  son procesadas y puestas en acción inconscientemente – territorios neurológicos sub-neocorticales - y que la conciencia – territorios neurológicos neocorticales – adaptan su funcionamiento al funcionamiento de las estructuras sub-neocorticales. Esta adaptación consiste en  “hacer lo más conveniente para la seguridad” porque está en juego la supervivencia. 
Tres aspectos básicos deben demostrarse para sustentar la  Teoría de los Comportamientos Enmascaradores:  Uno, el procesamiento inconsciente con supeditación del procesamiento consciente al inconsciente; dos, el hecho de que el dolor físico y psíquico no es discriminado por el sistema nervioso central 
y, tres, que el procesamiento consciente, como parte de las conductas enmascaradoras, aplica razones irreales basadas en  creencias aprendidas. 
Estos tres puntos pueden completarse con un cuarto  que es que los comportamientos de defensa  son  resistentes  al olvido como garantía de seguridad. 
El procesamiento de la sensación de peligro sustentado por unos  circuitos neurológicos  determinados cuyo funcionamiento es hoy conocido  explica racionalmente  con base  neurológica  la puesta en acción de las  conductas enmascaradoras de defensa ante el peligro; explica, por tanto, el punto uno.  El hecho de que dolor psíquico y dolor físico son interpretados, neurológicamente, como la misma entidad, esto es, como  peligro  está, también, demostrado desde fechas recientes y explica el punto dos.  El tercer punto o aspecto queda demostrado, neurológicamente, con la experiencia del  cerebro dividido.  Y el cuarto punto queda demostrado en pruebas experimentales que comprueban la perdurabilidad en el tiempo de la memorización inconsciente o implícita de las conductas de defensa.
En la década de los 70, Gazzaniga y LeDoux aportaron su experiencia con una caso en humanos de desconexión interhemisférica; es decir, sin comunicación cortical interhemisférica. Ocurría que se hacía llegar información a un hemisferio y contestaba el otro hemisferio. Ello probaba un  procesamiento subcortical.  Pero, además, la respuesta tenía la característica  de que si la información proporcionada tenía “carga emocional”, se daba una respuesta en forma de “concepto emocional”; por ejemplo, se hacían llegar las palabras “madre” y “ladrón” y la respuesta era “bueno” y “malo”. En cambio, era incapaz de definir el “concepto madre o ladrón”. Se demostraba, entonces, un procesamiento diferente entre “conceptos emocionales” y “no emocionales”. 
Los “emocionales” podían ocurrir por vías subcorticales en tanto que los “noemocionales” no lo podían hacer. El hecho más relevante, si cabe, fue que cuando se le preguntaba a aquella persona con el cerebro dividido la razón de la conducta efectuada no se correspondía con la realidad, pero ella estaba convencida de la respuesta. Por ejemplo, se le pedía que “moviera la mano en gesto de saludo” y la respuesta era “porque saludaba a alguien que había visto”. Este hecho de explicar una conducta por razones distintas de la realidad 
ha sido, ampliamente, documentada en múltiples experiencias como es el caso de la evocación de recuerdos que se relatan como reales con convicción a pesar de evidencias en contra como filmaciones de los sucesos recordados o el caso de la resolución de tareas cuyas estrategias de resolución creídas por el/la protagonista no son las reales.  En la década de los 80, LeDoux y cols. describen, utilizando un reflejo condicionado de miedo soportado por la vía auditiva neurológica en un modelo experimental animal, el  circuito funcional de las  conductas de defensa ante el peligro. Con posterioridad, repetiría el experimento utilizando la vía visual.  La 
información accede al tálamo, primera estación obligada de paso, y desde aquí sale para la amígdala temporal, segunda estación cercana – vía corta – y para el  neocórtex cerebral,  segunda estación lejana – vía larga directa -  a donde, también, llega la información procedente de la  amígdala temporal  – vía larga indirecta -.  La información llega, pues, antes a la amígdala que al neocórtex. 
Demuestran que tales conductas no requieren la integridad del neocórtex cerebral; es decir, en ausencia de neo-córtex cerebral se produce la respuesta. 
Luego la conducta de defensa en respuesta al peligro tiene su origen en las estructuras sub-neo-corticales   y el  neocórtex  supedita su acción según el principio de “lo mejor para garantizar la seguridad”. Esta manera de funcionar es una excelente “solución evolutiva” para garantizar la supervivencia ante el peligro. Los mecanismos neurológicos para responder ante el peligro existen desde el inicio de la vida; empezaron siendo reflejos o automáticos, por razones de simplicidad anatómica y funcional; fueron suficientemente eficaces para garantizar la continuidad de la vida y han persistido hasta la actualidad sin que hayan sido sustituidos por mecanismos más complejos o sofisticados, tal vez, porque el tiempo evolutivo transcurrido ha sido insuficiente para que las cosas sean de otra manera. Las respuestas automáticas siguen siendo más eficaces por precisión. Por ejemplo, si estoy a punto de ser atropellado, una rápida respuesta refleja de retirada de la vía pública es más eficaz que cualquier respuesta mediada por un acto reflexivo. 
En el inicio de la década de los 80 se aportaron pruebas experimentales, también, de cómo tanto el  dolor físico  como el  dolor psíquico  determinaban liberación de las endorfinas. Actualmente, sabemos que ante una situación de peligro, primero se produce un estado de  máxima alerta  con  máxima concentración – atención focalizada en el foco de peligro –  y  máxima sensibilidad dolorosa, estando mediada esta fase por la  ACTH o adrenocorticotrofina.  Segundos más tarde, este estado es sustituido por un estado de cierta  analgesia “euforizante”  con una  atención no tan focalizada, pudiendo prestar atención al entorno, al objeto de ser capaz de pensar, razonar, y encontrar soluciones para salir de la situación de peligro. Esta fase es mediada por las  endorfinas, substancias molecularmente similares a la morfina. El hecho de que dolor físico y dolor psíquico no sean discriminados es, también, una “solución evolutiva”. El tiempo transcurrido no ha sido suficiente para que las cosas sean de una manera más perfecta o sofisticada.  
La perdurabilidad de las  conductas de defensa  adquiridas en  memorización inconsciente o implícita cuenta con experiencias recientes como aquella en que creada una conducta de miedo mediante reflejo condicionado en ratas se vio que la misma implicaba la creación de una activación asociada de neuronas de la amígdala temporal. Con posterioridad, se anuló el reflejo condicionado, pero permanecía la activación asociada neuronal aprendida, cuando esta zona entraba en actividad por alguna razón. Luego, la memorización implícita persistía en forma silente.  
Conductas muy diversas pueden ser consideradas conductas enmascaradoras y como tales ser objeto de  diagnóstico – intervención  según nuestro procedimiento. A modo de ejemplo:  conductas antisociales, conductas agresivas, conducta de oposición, rabietas, conductas alimentarias, incluida la anorexia nerviosa y la bulimia, fobias, conducta depresiva, conducta obsesiva, conducta compulsiva, conducta tímida, conducta autista, conducta psicosomática de todo tipo, fracaso escolar, conducta hiperactiva con y sin impulsividad, etc..   
Dedicaremos un comentario particular a una serie de conductas recogidas en la literatura científica catalogadas de  conductas emocionales.  Se tiende a denominar como emocional cualquier conducta “de carga emotiva” en su forma de expresión conductual sin que tal denominación obedezca a una explicación de mecanismo de producción neurológico. Así, puede ocurrir que una conducta denominada  impulsiva  se catalogue de  emocional  cuando su  mecanismo de producción  es fundamentalmente de base  cognitiva.  Según nuestra idea, la impulsividad  como conducta es la consecuencia del fracaso  controlador  del procesamiento PASS planificación.  Para nuestra concepción, una  conducta emocional es aquella que reconoce un mecanismo de producción basado en el procesamiento de la sensación de peligro. 
Otros tipos de conducta, hasta la fecha no explicadas en sus razones neurológicas y neuropsíquicas, pueden explicarse, entendiendo la interacción funcional  cognitiva – emocional  tal cual la entendemos. Es el caso de las estereotipias,  la  facies inexpresiva,  la  facies hipopsíquica  explicables por un fracaso controlador de la planificación.     

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